En las primeras dos semanas de la Administración de Donald Trump en Estados Unidos, México ha recibido a 6.244 migrantes deportados, incluyendo a 1.371 personas de otras nacionalidades. Sin embargo, la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, ha causado revuelo al afirmar que estas cifras «son pocas» y que no representan un cambio significativo en comparación con periodos anteriores. ¿Es esta una postura realista o una minimización de un problema que podría escalar rápidamente?
Las cifras que preocupan
Según datos proporcionados por Sheinbaum, entre el 20 y el 26 de enero llegaron a México 5.282 personas deportadas, de las cuales 4.083 eran mexicanos. Solo el 27 y 28 de enero, se sumaron 962 deportados más, con 355 mexicanos entre ellos. Estas cifras superan en más de 2.000 deportados a los reportados en la primera semana de redadas migratorias bajo el mandato de Trump, lo que sugiere un aumento acelerado en las expulsiones.
A pesar de esto, Sheinbaum insistió en que «el número no es muy grande» comparado con periodos anteriores. «Llegaban también antes, eso es importante, no es que por primera vez estén llegando personas de otra nacionalidad», declaró la mandataria, defendiendo la capacidad de México para manejar la situación.
¿Asistencia humanitaria o carga adicional?
México ha ofrecido «asistencia humanitaria» a los deportados de otras nacionalidades, facilitando su transporte de regreso a sus países de origen, principalmente en Centroamérica. Sin embargo, esta política ha sido criticada por la oposición, que cuestiona por qué México está asumiendo la responsabilidad de repatriar a migrantes que no son de nacionalidad mexicana.
«Es preocupante que el Gobierno esté utilizando recursos públicos para resolver un problema que no es nuestro», señaló un legislador opositor. «Estamos viendo cómo México se convierte en el patio trasero de Estados Unidos en materia migratoria».
Derechos humanos en la mira
Sheinbaum mencionó que solo se han detectado dos casos de presuntas violaciones de derechos humanos entre los deportados: uno involucra a una mujer guatemalteca y otro a un mexicano. Sin embargo, no proporcionó detalles sobre estos casos, lo que ha generado dudas sobre la transparencia del proceso y la capacidad del Gobierno para proteger a los migrantes.
Organizaciones de derechos humanos han alertado sobre los riesgos que enfrentan los deportados, especialmente aquellos que son devueltos a zonas violentas o donde no cuentan con redes de apoyo. «Las deportaciones masivas no solo son inhumanas, sino que también pueden poner en peligro la vida de las personas», advirtió un activista.
El impacto económico de las remesas
Uno de los mayores temores en México es el impacto que las deportaciones masivas podrían tener en la economía. Los mexicanos representan cerca de la mitad de los 11 millones de indocumentados en Estados Unidos, y las remesas que envían a sus familias alcanzaron un récord de 65.000 millones de dólares en 2024, equivalentes a casi el 4% del PIB del país.
Si las deportaciones continúan al ritmo actual, miles de familias podrían perder su principal fuente de ingresos, lo que tendría un efecto dominó en la economía mexicana. «No solo estamos hablando de un problema humanitario, sino también de una bomba de tiempo económica», señaló un analista financiero.
¿Está México preparado?
Aunque Sheinbaum ha insistido en que el país está preparado para recibir a los deportados, muchos cuestionan si las instituciones mexicanas tienen la capacidad para manejar un flujo migratorio creciente. El Instituto Nacional de Migración (INM) ya enfrenta desafíos para brindar servicios básicos a los migrantes, y un aumento repentino en las deportaciones podría saturar aún más el sistema.
«El Gobierno está subestimando el problema», advirtió un experto en migración. «Si las deportaciones continúan a este ritmo, podríamos enfrentar una crisis humanitaria en los próximos meses».
Conclusión: ¿Minimización o estrategia?
La postura de Sheinbaum de restar importancia a las cifras de deportados ha generado un intenso debate. Para algunos, es una forma de evitar el pánico y demostrar que México tiene la situación bajo control. Para otros, es una minimización peligrosa de un problema que podría escalar rápidamente, especialmente si Trump cumple su promesa de deportaciones masivas.
Lo que está claro es que, mientras el Gobierno mexicano insiste en que «son pocos», miles de familias ya están sintiendo el impacto de estas políticas. Y en un contexto donde las remesas son vitales para la economía, las deportaciones no son solo un tema migratorio, sino también una amenaza para la estabilidad del país. ¿Está México realmente preparado para lo que viene? Solo el tiempo lo dirá.